Somos un hospital de campaña

Este pasado domingo, se clausuraban las Puertas Santas para ganar el Jubileo por el Año de la Misericordia, y este domingo, con la Fiesta de Cristo Rey acaba de manera oficial.

A veces a lo cristianos nos pasa, que nos quedamos en las teorías y nos cuesta bajar a la práctica, y sería una pena que este Año que tantos frutos ha dado, se quedara en un simple recuerdo de algo muy bonito que ha convocado un Papa que cae bien a todo el mundo (o a casi todo). Este Año de la Misericordia no habría valido la pena si no nos damos cuenta de que hay que mirar a la gente como los miraba Jesús. Querer a la gente como quería Jesús. Rezar, como rezaba Jesús. Porque entonces, la Misericordia sale sola.

No somos los salvadores del mundo ni lo pretendemos, pero tenemos que darnos cuenta de que los demás me necesitan, y yo también necesito de los demás. Dejarse ayudar y aconsejar también es una obra de misericordia, porque facilito la vida a la gente.
Vivir la misericordia es amar de verdad a todas las personas sean quien sean y hagan lo que hagan. Jesús en la gente no veía prostitutas o publicanos, veía personas, se acercaba a ellas, vestía como ellas, comía como ellas, las escuchaba y las ayudaba, se "manchaba" para tocar su (nuestra) miseria. ¿Yo me "mancho" por los demás?

Dice el Papa Francisco, que la Iglesia es un "hospital de campaña". ¿Qué significa eso? Los hospitales de campaña son los que se desplazan donde hay guerras, donde hay catástrofes o donde la gente que está enferma o herida no tiene otro medio para ir a un hospital.
Resultado de imagen de cruz roja¿Cuánta gente conocemos que nunca pisaría una Iglesia, o que nunca cogería una Biblia? ¿No te has planteado que el único medio que tiene esa persona para "curarse" eres tú? Tú, con tu sonrisa amable, con tu favor desinteresado, con tu cariño, con tu alegría que nace de tu fe, estás siendo ese médico del alma desplazado a las periferias de la existencia humana para que esa persona se acerque a Dios. Tú, seguramente seas la única Iglesia que esa persona va a pisar.




Pero nosotros no podemos curar, sin estar nosotros primero sanos: rezar más. Cuando uno está unido a Dios, trabaja bien, cumple bien sus deberes y vive alegre, porque participa de la alegría de Dios. ¿No tienes alegría? Piensa si hay algo que te separa de Dios.

Adaptarse a nuevas formas de hacer, aunque a veces nos cueste. El "siempre se ha hecho así", es el sofá del que habla el Papa y del que nos invita a levantarnos y salir al encuentro de los demás.¿Qué más puedo hacer?

No podemos poner como excusa una enfermedad, o no tener tiempo, porque el que busca servir y amar, lo hace a cada instante, como sea y donde sea. A lo que aspira el corazón no es a una vida cómoda, sino a un amor que lo llene todo. Así, seremos felices en la tierra (con la relativa felicidad que se puede alcanzar aquí abajo), pero no nos sentiremos nunca desgraciados aunque se nos salten las lágrimas de dolor.

Recuerda que en este bendito "hospital", lleno de enfermos, cualquier mirada salva. Dios cuenta con que tú lleves al mundo la Suya.

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