Evangelio 18 de noviembre 2015

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,11-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.
Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Os digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia."»
Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.


Cada uno de nosotros tenemos parte de las "onzas de oro" que ha repartido el Señor. Es decir, talentos, dones, virtudes... Llámalo como quieras: la familia, la educación recibida, una parroquia al lado, un determinado puesto profesional,...  Si nunca has hecho este ejercicio, es bueno que lo hagas. Pregúntate qué cosas buenas te ha puesto el Señor en tu vida y descubrirás que hay muchísimas.
Y no solo cosas externas, también las internas (la simpatía, la prudencia, la alegría, .... )

Cada una de estas cosas, de estos regalos, están para ponerlos a disposición del amor. Para amar a Dios, a los demás y a uno mismo. Y es de lo que nos examinarán al final, del amor que hemos puesto en cada cosa que hemos hecho.
Por ejemplo, no es casualidad que puedas tener tiempo por las tardes para poder atender una labor en la Parroquia, o a un familiar enfermo. Depende de nosotros el querer usar ese tiempo en esa labor o en tumbarnos a la bartola.

Dios es bueno, pero también es justo. Por eso, no juzgará igual al que se le ha dado más que al que menos, pero el que recibió menos no quiere decir que no se le vaya a exigir nada.

¿Cuáles son mis dones? ¿Cómo los uso?

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