Evangelio 26 de octubre 2015

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17):

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. 
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.»
Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?»
A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.


A Jesús nadie le pide que haga ese milagro, solo le mueve su compasión hacia esa persona para querer librarle del mal que le ahoga.
El jefe de la sinagoga se enfada porque hace ese milagro en sábado. Con su alma pequeña no comprende la misericordia divina, y solo se centra en la ley, en lo que es políticamente correcto.

Esta mujer quedó libre del mal espíritu que la tenía encadenada y de la enfermedad del cuerpo. Ya podía mirar a Cristo, al Cielo, y a las gentes y al mundo.
San Agustín comenta que están encorvados también aquellos que tienen el corazón en la tierra, que han perdido la capacidad de mirar al Cielo, de contemplar a Dios, a todo lo creado.

¿A mí qué cosas me mantienen con el corazón encorvado?


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