San Mateo

Hoy, la Iglesia celebra a San Mateo.

Su historia es muy bonita, y muy actual.

Mateo era un hombre normal, con una vida normal, más bien acomodada, con un buen puesto de trabajo (era recaudador de impuestos) y se relacionaba con la jet-set de su época.
Probablemente no le faltaba de nada, sus necesidades estarían cubiertas, y seguramente no se planteaba más.

Un día, sin esperarlo, Jesús pasa a su lado, le mira con cariño y ahí, donde estaba, en medio de su trabajo, de su ocupación ordinaria, de lo de todos los días, el Señor le llama a seguirle. Y Mateo lo deja todo y se va tras de Él.
¡Cómo debía ser la mirada del Señor de atractiva para que alguien que lo tiene todo lo deje!

Después, Mateo está tan contento que monta una fiesta con sus amigos para presentarles al Maestro, y celebrar que le ha tocado lo más grande que te puede pasar.
Siempre hay suficientes motivos de fiesta, de acción de gracias, de estar alegres, cuando estamos sirviendo al Señor y decimos sí a sus llamadas.

Un día, abre tu corazón y cuéntale tu historia al Señor. Quizá un amigo, un cristiano corriente igual a tí, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana, que es la razón más sobrenatural, le dijiste que sí a Dios. Y vino la alegría recia y constante que solo desaparece cuando te apartas de Él.


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