Evangelio 15 de septiembre de 2015






Lectura del Santo Evangelio según san Lucas [2, 33-35]

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."

Si ayer celebrábamos la fiesta de la Exaltación de la Cruz donde Jesús, en obediencia al Padre y como mayor gesto de amor entrega su vida por nosotros, hoy miramos a su madre en su advocación de Ntra. Sra. De los Dolores. No sé si existe un dolor más grande que el de ver morir a un hijo. Probablemente es la experiencia más dramática de encajar. La Madre de Dios ha sido y siempre será un modelo de fe para todos aquellos que seguimos al Hijo. Lo es porque en ella vemos las actitudes esenciales del seguimiento de Jesús: la confianza, la espera, la valentía, el decir sí, la disponibilidad incondicional, etc. Por eso la llamamos "maestra" y la veneramos y nos encomendamos a ella como máxima y principal intercesora. Si el Cristianismo fuera una ideología no necesitaríamos una madre, pero como el Cristianismo es el encuentro con una persona, Jesucristo, quien mejor que su madre para llevarnos a Él.

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