Evangelio 24 de julio 2015

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,18-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.» 


Estos días de fiesta, hemos podido ver fuegos artificiales en nuestro pueblo. Son luces preciosas, pero que según llegan, explotan y dejan de dar color, luz, de alegrar.

Nosotros, quizá algunos hace poco u otros hace mucho, hemos descubierto el amor de Dios, y en un primer momento ese fogonazo nos dio una perspectiva nueva de la vida, nos cambió por dentro y por fuera, pero ese fuego hay que alimentarle, y si bien es verdad que no vamos a dar llamaradas siempre, nuestro amor tiene que ser como las brasas, que siempre dan calor, y queman también.

¿Cómo alimentamos esas brasas? Con el trato contínuo con Dios: en la oración, la Eucaristía, los sacramentos, pidiendo perdón en la confesión cuando sea necesario,... Acudir a la Virgen siempre es un buen comienzo.

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