Evangelio 28 de mayo 2015

Lectura del santo evangelio según san Lucas (22,14-20):

Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»
Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.»
Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.»
Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros.»



Hoy la Iglesia celebra que Jesús es Sumo y Eterno Sacerdote.

Los sacerdotes son personas escogidas por Dios para hacer de mediador entre Él y los hombres, íntimamente ligado a Cristo, que quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar.
El sacerdote es un elemento de unidad, por eso todos tenemos la obligación como Iglesia de quererlos y cuidarlos, sea quien sea. ¿Cómo podremos pagarles todo el bien que hacen y que nos acerquen a Cristo y a sus sacramentos, muy especialmente a la Eucaristía?
Por otra parte, todos los cristianos tenemos alma sacerdotal, hasta los laicos, porque todos participamos del sacerdocio de Cristo aunque de un modo esencialmente diferente del de los sacerdotes. Cada uno en su sitio: la madre de familia sacando adelante su hogar, el empresario tratando de vivir la justicia social con sus empleados, el militar obedeciendo a su superior... Todos, reparando por los pecados que cada día se cometen en el mundo, ofreciendo en la Santa Misa sus vidas y sus trabajos diarios.

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