Evangelio 22 de abril de 2015

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,35-40):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»


La muerte es evidentemente algo doloroso, sobre todo cuando perdemos a un ser querido. Pero más allá del dolor de la despedida, tenemos la esperanza del Cielo. No porque sea una especie de consolación para desvalidos o agarrarnos a cualquier cosa. Nos lo ha prometido Él, Jesús. "El que cree en mí vivirá para siempre".
¿Qué es esta vida comparada con toda la felicidad de la eternidad?
Esta esperanza nos llena de alegría, por eso un cristiano nunca puede estar triste.
Nunca pasa nada, y si pasa, ¿Qué importa?, y si importa, ¿Qué pasa?

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