El Papa Francisco sobre el Buen Pastor

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Cuarto Domingo de Pascua, llamado “Domingo del Buen Pastor”, cada año, nos invita a redescubrir, con una sorpresa siempre nueva, esta definición que Jesús se da a sí mismo, releyéndola a la luz de su pasión, muerte y resurrección. “El Buen Pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11): estas palabras se realizan plenamente cuando Cristo, obedeciendo libremente a la voluntad del Padre, se ha inmolado en la Cruz. En ese momento se aclara lo que significa que Él es el Buen Pastor: ha ofrecido su vida en sacrificio por nosotros. ¡Por esto es el Buen Pastor!
       
Cristo es el pastor verdadero, que lleva a cabo el modelo más alto de amor por su grey: Él dispone libremente de su vida, nadie se la quita (cfr. v.18), porque la da a favor de las ovejas (v.17). En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único pastor del pueblo: el mal pastor piensa en sí mismo y se aprovecha de las ovejas; el buen pastor piensa en las ovejas y se da a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo pastor es un guía cuidadoso que participa en la vida de su rebaño, que no busca su propio interés, que no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar, proteger a sus ovejas.. Y todo esto por el precio más alto, el del sacrificio de la propia vida.

En la figura de Jesús, pastor bueno, nosotros contemplamos la Providencia de Dios, su cuidado paterno por cada uno de nosotros. La consecuencia de esta contemplación de Jesús pastor verdadero y bueno, es la exclamación de conmovido estupor que encontramos en la Segunda Lectura de la liturgia de hoy: “Ved con qué gran amor nos amó el Padre…” (1Jn 3,1). Y es verdaderamente un amor sorprendente y misterioso, porque dándonos a Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, el Padre nos ha dado ¡lo más grande y precioso que podía darnos! Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no está vinculado a ningún deseo interesado de intercambio. Frente a este amor de Dios, nosotros experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente.
       
Pero contemplar y agradecer no basta. Es necesario seguir al Buen Pastor. En especial, los que tienen la misión de guía en la Iglesia –sacerdotes, obispos, Papas, son llamados a asumir no la mentalidad del manager sino la de siervo, a imitación de Jesús que, desnudándose a sí mismo, nos ha salvado con su misericordia. En este estilo de vida pastoral  son llamados también  los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, que he tenido la alegría de ordenar esta mañana en la Basílica de San Pedro.

María Santísima obtenga para mí, para los obispos y por los sacerdotes de todo el mundo la gracia de servir al Pueblo Santo de Dios mediante la gozosa predicación del Evangelio, la sentida celebración de los Sacramentos y la paciente y mansa guía pastoral.

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