Evangelio 30 de marzo 2015

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11):

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?»
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando.
Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.»
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.



Jesús tenía amigos, los quería y los trataba. Estaba agusto con ellos. No se imaginaba la vida sin ellos, ni un Cielo sin ellos.
Marta es la hacendosa, la que arregla la casa, la que organiza cada cosa, se ocupa hasta de los detalles...
María es la que se aprovecha de lo mejor, de estar con el Señor.
Nosotros vivimos en medio del mundo, y hay que hacer muchas cosas al cabo del día tanto en la casa como en el trabajo, pero no podemos descuidar lo más importante y lo que llena todo de sentido: el trato con el Señor.

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