Evangelio 19 febrero 2015

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,22-25):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»


Para seguir a Cristo es preciso llevar la propia Cruz. La de cada día. Las que tenemos y las que buscamos gustosamente en la mortificación, en la penitencia de las pequeñas cosas, el sacrificio, porque sabemos que si en la Cruz Jesús nos consiguió la redención, nosotros con pequeños actos diarios podemos corredimir con Él.
Esas mortificaciones que buscamos por amor a Dios, son valiosísimas para vencer la pereza, el egoísmo, la soberbia...
Desde comer menos pan en las comidas, o ver 30 minutos menos la TV, o cuidar la puntualidad al despertarnos, aprovechar mejor el rato de trabajo o de estudio,...
Ayuda mucho unir ese sacrificio a una intención especial.

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