Preparando el Corpus Christi

Llevamos unos domingos celebrando unas fiestas importantísimas: La Ascensión, Pentecostés, La Santísima Trinidad, y este domingo celebramos el Corpus Christi.

Celebramos que Dios nos ama tanto, que no se conforma con venir a nosotros, redimirnos e irse. Se quiere quedar. Se hace pan y vino. Se queda desarmado, para que tú y yo hagamos lo que queramos con Él. Se abajó haciéndose hombre, y no se conforma: se hace cosa por amor a nosotros. Porque quiere estar con nosotros.

Amor con amor se paga. ¿Qué implicaciones tiene para nosotros la Eucaristía?

-En primer lugar podemos acostumbrarnos a recibirle. Y muchas veces podemos hacerlo por rutina, y como una cosa más que hay que hacer en la semana para no sentirnos mal. Podemos dar un salto más: tratarle a diario. Solo así se le llega a Amar, y cuando amas, deja de ser “algo que hacer” a “algo que necesitas como respirar”.

-“Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna y yo lo resucitaré en el último día”. El Cielo no es algo que se gana a base de puños, sino que es un regalo de Dios, por misericordia suya. Por amor. Fomentar la ilusión del Cielo. Aquí puede que pasemos a veces por problemas y cosas que no nos gustan: qué bueno es embobarse con la Eucaristía que es Dios mismo, el Cielo, y perdernos ahí.

-Mirando la humildad del Señor, cuántas veces nos creemos algo, o alguien porque tengo más, porque soy más listo, o incluso porque me creo mejor persona que el resto. Él, que es Dios, se queda donde no se le ve, pasa oculto. ¿Cuántas veces hago cosas solo para que los demás las vean?

-Cómo le trato yo en la Eucaristía. Si realmente creo que el Señor está ahí,
¿Le voy a ver todos los días un rato? Vale que algún día no puedas, sea imposible. Pero sabemos que cuando queremos algo, lo hacemos. No hay barreras ni límites.
¿Me quedo un rato después de comulgar dándole gracias por haberle recibido?
¿Cuántas veces le digo que le quiero? ¿Cuántos actos de amor, de adoración hago? ¿Cómo son mis genuflexiones? ¿Le digo algo mientras me arrodillo o es un gesto sin más? Cuando voy a comulgar, ¿Voy recitando oraciones, comuniones espirituales para preparar mejor ese encuentro?
¿Pido perdón por los que le tratan mal, por los que no le quieren, por los que le insultan, por los que cometen sacrilegios, por todos los que le desprecian?
¿Le pido por lo que necesito, por mi gente, por mis amigos, por los que no le conocen?


Estos días, podemos tener verdadera ilusión de tratarle más. De decirle: aquí estoy porque me has llamado. Soy tu amigo y quiero demostrártelo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nuestra Señora de las Mercedes

El cura no tiene horarios. Se levanta sacerdote y se duerme sacerdote

Famosos que han encontrado a Dios